jueves, 11 de abril de 2013

Agapornis toca la música de la plebe

Lo bailan las rrochas, lo bailan las chetas
Un nuevo fenómeno musical apareció  en las radios, redes sociales y varios boliches del país. Se llama Agapornis y tiene el mote de “cumbia cheta”. Este mote no es casual dado que sus integrantes son todos rugbiers del club La Plata y la música que hacen es la cumbia, tradicionalmente de los negros. Agapornis hace temas de rock versionados a cumbia. Una cumbia, por cierto, muy mal ejecutada y con muy poco del sentido de la estética que el estilo propone. Pero al parecer a la gente le gusta: "Nosotros no escuchamos cumbia. Pero cuando salís, en todos los boliches tenés cumbia o reggaetón, así que empezamos a tocar este estilo para poder bailar a la noche las canciones que escuchás tranquilo a la tarde en tu casa", comentó Gonzalo Mendes, guitarrista de Agapornis, en una entrevista concedida a Rollingstones.com.ar. 
Sus primeros shows fueron en los terceros tiempos de su club y en fiestas familiares. Después pasaron a fiestas y bares, hasta que llegaron a la televisión. "Cuando salimos en la tele, teníamos 10 mil -'me gusta' en Facebook-; y a partir de ahí, sumamos 2 mil más por día. Ahora ya tenemos 160 mil y más de 6 millones de views en You Tube -ya llevan más de 8 millones-", resumió Mendes.
Esta concepción de la cumbia que propone Agapornis y que, además, tenga tanto éxito no es casual. Se trata de la cultura hegemónica que ubica a la cumbia como un estilo para la fiesta y nada más. Es algo así como la frivolización de la cumbia. Con tal de que te haga mover los cantos, la puede tocar cualquiera y como quiera.  La verdad es que las congas tropicales no tienen muy buena prensa que digamos.
Siempre fue catalogada como música popular y los chetos, obvio, no somos populares. Y entonces ¿ cómo carajo me explicas que un grupito de rugbiers haga cumbia ? . La forma es resignificando al estilo o, mejor dicho, reforzando su significación hegemónica. La cumbia deja de ser  una danza y ritmo con contenidos de tres vertientes culturales distintas: indígena, negra, blanca (española), siendo fruto del largo e intenso mestizaje entre estas culturas durante la conquista y la colonia, y pasa a ser la música pedorra de los negros que puede hacer cualquiera.
Agapornis te dice: muchachos, hagamos cumbia, que la pasan en las fiestas y se toca con los ojos cerrados. No está mal la idea del violero. Advirtió un vacío comercial que podía ser explotado. La gente esperaba un Agapornis, una banda que simbolizara todo lo que la cumbia significaba para las clases medias/altas: una mierda para joder.  De hecho, Mendes se ataja diciendo que él no escucha cumbia. Esto, claro, es para oídos más oscuros que los de él. ¿Quién se sienta a escuchar cumbia? Un insesible de la música solamente, por dios. 
Es así como llevan a sus temas a un extremo catastrófico de sonido latoso, de bajos sin variantes, de una percusión repetitiva que cuando se la juega hace redobles de baterías de rock y con la voz de una cantante que parece la de los coros de misa con menos color que una película de Chaplin.
Ojo, no crean que Agapornis sea una vanguardia. Todo lo contrario, es conservadora, lleva a la cumbia a lo más profundo de su significado mitológico hegemónico. Siempre la cumbia fue fiestera, pero ante todo era un estilo particular de la música. Ya la esencia es la fiesta y de música poco y nada. Nada de esto podríamos decir de cumbias como las de Gilda, Ráfaga, Chico Trujillo o Antonio Ríos, que si bien nos hicieron mover las nalgas, son auténticas cumbias llenas de color y bien ejecutadas. ¿Y por qué la gente lo consume? Porque la gente, gracias a la cultura, tenía la misma idea de la cumbia de lo que Agapornis significa: la frivolización de la misma. "Empezó en el mundo del rugby y nuestros amigos se lo pasaron a conocidos suyos de otros clubes; así se empezó a difundir", contó Belén Condomí Alcorta, la ex cantante de la banda, que ahora fue reemplazada por Melina Lezcano, modelo de la agencia Multitalent. Se difundió de boca en boca. Miren que cancheros estos chicos que hacen cumbia habrán dicho en el mundo del rugby. Cancheros porque la tocan como cancheros. Porque es re cool hacer la música de la plebe.
Uno de sus recitales en Darwin, un salón bailable de miles de metros cuadrados en el centro del hipódromo de San Isidro, explotaba de fans. Chicas y chicos que iban a ver una banda de cumbia cuyos aspectos serian difíciles de reconocer en las tribunas del Pasión de Sábado de Hernan Caire.“Me gusta la cumbia desde que escucho Agapornis. O sea, me gustaba pero ahora la escucho todos los días”  confesó María Bosch primera en la valla que custodiaba el escenario donde iba a tocar la banda. Josefina Estévez, otra fan de la banda, expresó: “Si , Agapornis es lo más. Es una banda que va. Así te lo digo”
Evidentemente Agapornis concretó una idea: que la cumbia pasa más por los ojos que por los oídos. Cuando la tocaron los chetos, le dieron el impulso que le faltaba para ser completamente una joda. La gente ahora puede ir a verla , porque la  hacen cancheros que se divierten haciéndola. Y yo, espectador, voy a verlos con esa onda: para divertirme. Igual, no se confundan: que le hagan chetos no es el problema. El problema es el sentido en la que la están haciendo, que significa todo eso que hacen. De  hecho, una banda de cumbia y música latina  como la Agrupasión Pazión, con integrantes sanisidrenses, blancos, de clases acomodadas económicamente, crean cumbia desde otro lugar. Respetan mucho más el género y  no sólo lo demuestran desde su profesionalidad musical, sino también discursivamente: hacen covers de Hector Lavoe, de Gilda y de Antonio Ríos, entre otros, enalteciendo su música y difundiéndola. Agapornis, por el contrario, se decide por versiones cumbieras de soda estéreo, Shakira o Adele; su deseo es llevar la música bien a las pistas, gobernadas por la cumbia y el reggaetton, y de esta manera darle a la cumbia ese humilde lugar simbólico, como un medio para joder y no como un fin en sí mismo. 
Boludos, les juro que no soy un moralista de la música. Me alegra cualquier tipo de creación artística porque expresa cultura. De hecho, tengo todos los discos de agarponis y los bailo con mi abuela los domingos después del asado. Alguno me podría decir ¿ No pasa todo lo contrario? ¿ No se está integrando la cumbia, en lugares donde antes no existía?. Si se integra. Pero acá lo que se cuestiona no es su grado de integración, sino su forma de integración. Acá me pregunto en qué sentido se está escuchando cumbia, en qué sentido se la está yendo a ver y en qué sentido se la produce.
Si me permiten ser un poco más analíticos desde lo cultural, si vamos un poquito más allá de la diversión y más allá de que musicalmente sean muy malos,  nos encontramos con un género musical que sufre su condición de subalterno y que en la batalla cultural sigue siendo dominado. Se trata de un sector social que piensa a la cumbia de esa manera y legitima el uso frívolo de la misma. ¿Qué pasaría si al rock progresivo de Pink Floyd, que lo escuchan los que saben, se le acoplan léxicos populares, un charango y un acordeón, y además lo ejecutan los pibes de Flor de Piedra? Sería una vergüenza. Arruinaría una música tan hermosa. No estaría para nada bien visto, quizás se los tomarían en joda. Jamás entraría en la seriedad del género. En cuanto a la cumbia, nunca puede ser seria y Agapornis solo refuerza este sentido de la misma. 

5 comentarios:

  1. Te querés matar porque Agapornis tiene más convocatoria que la Cumbia Católica!! jajajaja

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  2. Te putearía pero podes ser mi tía abuela

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  3. No que soy de los buenos. Hay que ver si trasciende este estilo de vulgarizar un género musical. Igualmente, considero que lo que realmente importa es qué dinamismo tienen en la realidad estos movimientos. O sea, existe latente en cierto sector social una necesidad de canalizar una idea colectiva, pero me pregunto si el precedente alcanza para motivar su trascendencia, o si es efímero. Entiendo que ninguna de las dos posibilidades: si no trascendiera, la cultura se entendería estática, en este caso imposible, y si fuera un precedente sin importancia, quedaría en el olvido facilmente. Entonces la cosa trasciende pero no lo suficiente como para reemplazar el carácter hegemónico de la concepsión musical. Digo, que se yo. Saludos Mariscal

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  4. Yo no creo que reemplace el carácter hegemónico de la concepción musical, pero si lo refuerza. La trascendencia de agapornis es tan exitosa, masiva y comercial en un determinado sector social, porque encuentra una cultura que piensa a la cumbia de la misma manera en que agapornis la produce. Y ésto refuerza la concepción hegemónica ya que abre un espacio de producción que se rige con esta lógica. Por eso no creo que haya que separar al fenómeno agapornis, como un fenómeno de trascendencia propia que se presenta como subalterno, de los usos culturales de la cumbia, porque agapornis es hegemonía en estado puro.

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  5. Cuando me refería a la trascendencia, no hablaba de Agapornis, sino de esa clase de fenómeno cultural, cuando surge una expresión legitimada por cierto sector. Así que estamos diciendo más o menos lo mismo. En el caso particular de Agapornis (una Agapornis contextualizada) creo que no vuelca su significado y su rasgo criticado, de igual forma para los distintos sectores. Abrazo Mariscal

    Ciaru

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